Cuando estés muy, muy triste, permitete expresarlo, llorar, gritar. Contacta con la emoción sin evadirla. Fingir que no pasa nada sólo empeora las cosas, las prolonga. Huir de la emoción tampoco ayudará, se acumulará y tarde o temprano necesitará salir, aunque quizá no de una forma saludable. Terminarás lanzándolo contra otras personas, y podría ser en forma de ira, o bien, se manifestará como una enfermedad.
El darte un tiempo y un espacio permitirá que la tristeza salga de forma saludable. Pueden ser treinta minutos, una hora, incluso días o semanas. Hay situaciones que lo ameritan.
Una vez finalizado ese tiempo, es necesario continuar. Respira profundo, sacude tu cuerpo y celebra. Quizá no sientas ánimo, así que puedes comenzar fingiendo, como si actuaras, poco a poco tu cerebro comenzará a creérselo. Escuchar un poco de música, salir a caminar, que alguien te cuente un chiste, o cualquier otra actividad que te produzca satisfacción puede ayudar.
Estamos acostumbrados a que nos digan, no llores, eso no ayuda, no cambia las cosas, no mejora nada, no seas dramática, tienes que ser fuerte, etc. Pero lo que en realidad no ayuda es evadir. Somos personas, seres que sentimos y las emociones están ahí para algo. Lo importante es no querer permanecer en la emoción por siempre. Así como no siempre podemos estar felices, enamorados, ni extáticos, tampoco podemos perdurar en la tristeza o el enojo. Otra opción podría ser, aprender de la situación y decidir hacer con ella algo valioso para nuestras vidas.